En la mañana de Jueves Santo, los llanos de Calanda hierven. El aire se tapa la cara y su tierra se cubre con un espeso manto de rocío que no abandonará hasta la noche de Sábado Santo. La naturaleza entera, sabedora antigua de lo que se le viene encima, se protege. Tambores y bombos, inclinados como los corredores ante una gran carrera, tensan sus pieles. Las túnicas y “terceroles” cuelgan de perchas, igual que trajes antiguos de novias en luto, mirando altivos por encima de las cabezas con la mirada única de quien se sabe imprescindible, esperando solemnemente el momento de “la vestida”. Mientras tanto, yo, también caliento motores. Como todas las semanas santas desde hace varios años, preparo el equipaje para acercarme al mar. Como todos los años, veinticuatro horas antes, casi seguro, que cambiaré de idea. Un lamento ensordecedor sobradamente conocido me besa el corazón y la boca ¡Es la llamada del tambor ¡ Hipnotizada, sin poderlo remediar, termino cogiendo una dirección bien distinta dirigiéndome a las secas tierras de Teruel. Voy, como tantas veces..., a “La Ruta del Tambor del Bajo Aragón”. Albalate del Arzobispo, Alcañiz, Alcorisa, Andorra, Calanda, La puebla de Hijar, Hijar, Samper de Calanda y Urrea de Gaen. Nueve pueblos del rincón más olvidado de España repiten cada año su guerra particular de tres días.Una batalla violenta.., violentísima, pero con el estilo que caracteriza a los pueblos de Aragón, a cara descubierta llevando como únicas armas tambores y bombos. Durante tres días sin apenas interrupción más de quince mil, esparcidos en un radio de pocos kilómetros, lanzarán al aire el llanto de una tierra callada que grita su protesta por la muerte de Jesucristo. ¿Es el único motivo? ¿No será, además, la queja de unas manos hartas de labrar la tierra, sin obtener nunca repuesta?. Manos que se preguntan ¿por qué tengo que marcharme si yo elegí ésta tierra para nacer?.¡Teruel existe!.
Desde hace ochocientos años, según la tradición, éstos nueve pueblos se disputan el derecho a ser reconocidos como los mejores. Mejores en resistencia; en número de bombos y tambores; en hechos y nombres ilustres; en número de visitantes; en hospitalidad...Unos lo serán por la concentración de instrumentos, otros por sus hazañas curiosas o ilustres. Como Calanda, cuna de Luis Buñuel quien no se resistió a incluir escenas de ésta fiesta en muchas de sus películas. Siempre orgulloso de ella, era habitual ver en los balcones de la casona de su familia en la plaza, caras conocidas: Fernando Rey, el director de cine Carlos Saura, y tantos otros... O a una Geraldine Chaplin tocando entre la gente con auténtica pasión ; Andorra con su procesión “Despertar de los Santos “; Albalate del Arzobispo que encierra entre sus rocas interesantes pinturas rupestres y vestigios romanos; Urrea de Gaen que cuenta entre sus orgullos con Pedro Laín Entralgo como hijo predilecto de la localidad y entre sus pesares el misterio del cuadro de Goya: “Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago” , destruido según unos en el incendio de la iglesia en la Guerra Civil de 1936, y según otros habiendo ido a parar a alguna colección particular francesa.; o La Puebla de Hijar con su antiguo “Tren de Vapor del Tambor” procedente de Zaragoza lleno de curiosos de la fiesta al que esperan cientos de tambores, en la estación del tren a las 12,30 del Viernes Santo; Hijar con su “Concurso de Tambores y Bombos de la Villa de Hijar” , hacia las 11 de la mañana del Domingo de Ramos al que acuden, además de las “cuadrillas” de la zona, grupos procedentes de Zaragoza, Teruel, Logroño y Murcia; o Alcañiz sede de tantos hechos históricos. Y Alcorisa con la representación en el monte calvario del Drama de Jesús a las 17,00hs. del Viernes Santo. Declarada Fiesta de Interés Turístico, los tambores y bombos del Bajo Aragón participan siempre en todas las fiestas importantes donde España tiene que ser representada. Como en la ceremonia de inauguración de Los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, o en el Día del Pabellón de Aragón en la Exposición Universal de Sevilla del mismo año y en todos los homenajes nacionales e internacionales que se le tributan en casi todo el mundo, al universal Luis Buñuel. Para los de la tierra lo de su pueblo es lo mejor. Los de fuera caerán por allí por casualidad o porque “alguien les dijo..”.
Siempre se ven las mismas actitudes: los nativos desafiantes, ufanos y solemnes se enfrentan al cansancio y al sueño. Los espectadores ,”forasteros” (como por allí se les llama) boquiabiertos unos , rodearán los tambores y bombos con la esperanza de rozar unos palillos compasivos que les permitan sentirse, aunque sea por breves minutos, parte integrante del ritual mezcla de sacro y pagano. Otros (curiosamente las mismas caras de siempre ) reincidentes de cada año repiten el “¡ no hay quien lo aguante! “, escudándose en que tienen que traer a la familia o “¡ si no fuera porque.!.” vuelven y vuelven y volverán, seguramente, mientras que las fuerzas se lo permitan.
Samper de Calanda , 12 de la noche del Jueves Santo. Cientos de túnicas negras de raso brillante, con los “terceroles” (cubrecabezas de metro y medio de largo que enganchan sobre el tambor y cuyo antifaz doblan sobre la frente) y obligatorios guantes blancos que solo utilizarán en los momentos solemnes ya que los nudillos sangrantes de los dedos serán una muestra de orgullo más, esperan tensamente contenidos la llamada “rompida”, o “ el romper de la hora”. En el momento en que el sonido de un clarín suena en el aire, un estruendo brutal como el ronquido de un enorme terremoto parte en mil pedazos el aire. Los tambores y bombos arrancan a la vez y una sensación de vértigo se apodera de todos. El enorme sonido, que crece cada segundo más y más, penetra en el cuerpo y se adueña de él desde los pies a la cabeza. Yo me imagino el tremendo desconcierto que deben sufrir las entrañas y el cerebro Pero solo es transitorio, porque poco a poco todo se adapta al estampido, y una sensación de éxtasis entre sofrónico y místico se apodera de cada uno. Al cabo de un tiempo de tocar comienzan a ordenarse en hileras. Empiezan a desfilar para participar en la primera procesión la de la bajada de imágenes por el calvario que atravesando el campo y los montes llegará a la ermita .De vuelta, ya en el pueblo, se irán formando las cuadrillas dentro de las cuales varias generaciones juntas no necesitaran preguntar, porque desde la cuna saben de sobra lo que deben hacer en cada momento. Paseando, a eso de las 2 de la madrugada, los grupos integrados por tambores, bombos y los curiosos que tengan el privilegio de conocer a alguien, irán recorriendo las oscuras calles, en medio de la noche, interpretando diferentes marchas cambiándolas a una imperceptible seña del jefe de la cuadrilla: “la palillera”, “la raspa”, “las imagénes”, “el agachadíco” o “la jota” y entablando un duelo fiero al cruzarse con otra cuadrilla para imponer su toque. Solo un gesto de orgullo será el premio a éste triunfo. Después un alto en el camino, en la sede de cada grupo con buena comida, servirá para afrontar el duro reto. Durante todas las noche se recorrerán las calles del pueblo sin dejar de tocar. Las casas de los miembros de los participantes aguardan impacientes su llegada con pastas y aguardiente para recuperar fuerzas en las paradas. Si alguno rendido por el sueño se retira, los tambores irán a buscarlo hasta hacerle volver de nuevo. Al alba una privilegiada cuadrilla de la cual alguno de sus miembros tiene una vaquería en el monte se dirigirá “ a recibir el amanecer”, saboreando un maravilloso desayuno mezcla de café con coñac leche caliente y pastas . Volverán a recorrer el pueblo varias decenas de veces, intercalando procesiones a las que todos los tambores tienen que asistir inexorablemente, día y noche casi sin interrupción. Hasta la tarde del Sábado Santo en que se reunirán en la plaza para volver de nuevo al silencio a “arreglar la hora”.
Durante un año dormirán los tambores, si no tienen que despertar por algo extraordinario. Durante un año se vivirá con emoción la espera de volver a “romper la hora” en el siguiente. Si eres extraño y has vivido la Semana Santa del Bajo Aragón , pero quieres ver otras cosas harás bien pero ¡ cuídate siempre! pues a partir de ahora la senda del tambor, como una llamada de la selva, te perseguirá. Y si consigues esquivarla, a las doce de la noche del Jueves Santo, estés donde estés, sentirás en el corazón el incontenible lamento salvaje de los tambores turolenses que te llaman invitándote. ¡Jamás lo olvidarás!